Con el vino de hoy termino mi análisis de un proyecto que he disfrutado muchísimo. Me ha faltado la Garnacha de Hielo pero, por su precio y la dificultad para hacerme con una botella, he tenido que dejarlo para mejor ocasión.
Hoy os traigo la garnacha del Priorat, cuya seña de identidad más marcada es el tipo de suelo del que procede. Se trata de un monovarietal de garnacha procedente de viñedos con 60 años de edad a 310 metros de altitud con orientación noreste en suelos de pizarra que aportan una mineralidad y un color al vino muy característicos. Ha recibido una crianza de 10 meses en barricas de roble francés antes de ser embotellado.
Es uno de esos vinos que, por su potencia y capacidad de expresión, gana enteros si se le dedica una hora de oxigenación (previa decantación) anterior al consumo.
A la vista presenta un color picota oscuro con ribete rubí, poco cubierto y con lágrima densa y brillante.
En nariz destaca de una manera muy especial. Es intenso y emocionante, aportando notas de guindas en licor, confitura de moras y la mineralidad de la pizarra en un día de lluvia.
En boca no es tan espectacular como en nariz pero, aún con ello, posee una entrada potente y amplia, con gran volúmen, muy frutal y unos taninos aterciopelados. Entrega notas de guindas, cerezas, ciruelas rojas y regaliz dulce. Matices de madera húmeda y fruta bien madura se adueñan de la retronasal para dar paso a un final amplio y con buena persistencia. La mineralidad del suelo del que procede le otorga unos matices poco comunes en un vino. Original y muy expresivo.
Por unos 16€ podéis disfrutar de una garnacha muy mineral, un vino con la potencia y carácter de los buenos Priorat y toda la frutalidad y frescura de la variedad utilizada. Marida bien con carnes rojas y blancas, bacalao, quesos y embutidos ibéricos. Mi calificación para este La Garnatxa Fosca del Priorat en su añada de 2010 es de un 92 sobre 100.
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