Después de un paréntesis de casi 30 años sin elaborar vinos propios, Pedro Merayo decidió recuperar en 2010 el negocio familiar para entregar todo su conocimiento a un terroir muy especial, el de El Bierzo. Con la mencía abanderando sus vinos, esta zona vinícola ha jugado un importante papel en la modernización de los vinos españoles en las últimas décadas, pasando a convertirse en un referente de buen hacer vitivinícola.
El vino que os traigo hoy es un monovarietal de uva mencía procedente de cepas con más de 80 años de edad que ha recibido una crianza de 12 meses en barricas de robre francés sobre sus lías y posteriormente ha sido embotellado sin clarificar. Se muestra como un vino apegado a la tierra, muy mineral a la vez que fresco y fácil de beber.
A la vista presenta un color picota muy oscuro con ribete violáceo, bien cubierto y con lágrima fina y densa.
En nariz se muestra fresco y frutoso. Entrega notas de fresas, frambuesas, grosellas y regaliz rojo con una marcada terrosidad y matices minerales.
En boca posee una entrada aterciopelada y bastante armoniosa con unos taninos ligeramente secos. Aparecen notas de cerezas y fruta confitada acompañadas de una buena acidez que invita a beber. La retronasal nos aporta matices especiados junto a notas de guindas y madera húmeda. Final de medio recorrido y buena persistencia.
Por unos 15€ podemos disfrutar de una mencía muy interesante, donde la tierra y la potencia de los vinos castellano leoneses (en este caso con 14,5 grados de alcohol) se dan la mano para disfrutar una copa que, presiento, será mucho más memorable en unos años. La sequedad de sus taninos hacen pensar que aún le queda un tiempo de reposo en botella para acabar de redondear sus virtudes. Marida bien con embutidos ibéricos, carnes blancas y rojas y quesos curados. Mi calificación para este Aquiana Tinto Mencía en su añada de 2011 es de un 90 sobre 100.
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