Se trata de un monovarietal de tempranillo que ha pasado por una crianza de 24 meses en barricas de fabricación propia de roble americano, nuevas las del primer año y usadas en el segundo año de crianza. Es curioso y poco común el hecho de que las barricas sean fabricadas en la propia bodega con maestros artesanos de la madera que utilizan técnicas clásicas, en este caso con maderas de roble americano que han tenido un proceso de secado de dos años en la bodega.
No deja de asombrarme la calidad y elegancia en todos los productos de esta bodega, desde la botella, cápsula, corcho, hasta el mimo y calidad que emanan de sus vinos, auténticos clásicos por derecho de esta magnífica región vinícola. Entre los 11 y los 12€ podéis disfrutar de un vino impecable para cualquier ocasión.
A la vista presenta un sorprendente (para un crianza) color teja, con ribete anaranjado, media cobertura y lágrima de media densidad muy brillante.
En nariz nos trae aromas frutales muy intensos, a cerezas y guindas, notas de chocolate y roble cremoso.
En boca tiene una entrada fresca y jovial, con ácidos muy equilibrados, frutal, de nuevo aparecen las guindas y cerezas, mostrando unos taninos maduros, sedosos, con la madera bien ensamblada y algo especiado. Ese roble cremoso y las especias se hacen dueños de la retronasal ofreciendo un buen final de persistencia media. Muy elegante.
Un joven clásico de La Rioja, que dará muy felices momentos en todo tipo de encuentros gastronómicos, desde arroces, aperitivos o ensaladas a guisos de carne y pescados frescos a la plancha. Un imprescindible en nuestra vinoteca que además sirve de iniciación a los vinos de esta impecable bodega. Pasar a degustar, tras este buen comienzo, un Viña Ardanza o un Gran Reserva 904, serán consecuencia inevitable de tan buen hacer en esto del vino. Mi calificación para este Viña Alberdi en su añada de 2007 es de un 92 sobre 100.
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