En la localidad de Padilla del Duero, cerca de Peñafiel, se erigen los viñedos de la Finca Pago de Lozoyales, donde el enólogo Sergio Ávila trabaja uno de los tempranillos más finos y elegantes de la Ribera del Duero. Gracias a un clima extremo y a unos suelos de producción muy pobre, se logra sacar la máxima expresión a esta variedad de uva que tan buen resultado ofrece en esta denominación de origen.
Apoyados en una agricultura sostenible de mínima intervención, con una vendimia manual, logran un producto excelente con una relación calidad-precio poco común en esta zona. El vino que hoy analizo es un monovarietal de tempranillo que ha recibido una crianza de 6 meses en barricas nuevas de roble francés logrando en tan poco tiempo, por extraño que parezca, una gran armonía entre las virtudes de la fruta y la buena madera.
A la vista presenta un color picota con ribete cereza muy intenso, buena cobertura y lágrima de media densidad.
En nariz se muestra intenso y muy afrutado. Domina la presencia de fresas, frambuesas y moras unido a un ligero matiz especiado.. Balsámico.
En boca posee una entrada potente presentando una buena acidez y taninos maduros. Notas de ciruelas rojas, vainilla y madera húmeda se apoderan de nuestro paladar para dar paso a una retronasal que envía recuerdos de roble cremoso y lácteos. Final de medio recorrido y buena persistencia.
Por unos 7€ se puede disfrutar de un Ribera auténtico, elegante y sumamente equilibrado, un vino muy bien hecho para su rango de precio. Marida bien con tapas de frituras, carnes blancas, ahumados, guisos y estofados. Un vino que me ha sorprendido sinceramente y que recomiendo por encima de otros muchos con más "nombre" procedentes de esta misma región vinícola. Mi calificación para este Lucero del Alba en su añada de 2011 es de un 90 sobre 100.
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